Escondida en pleno centro de Barcelona y aislada del mundanal ruido urbano, la iglesia de Santa Ana nos aguarda recogida en una tranquila plaza interior. Consagrada a Santa Ana data del siglo XII y, aunque es de estilo gótico, conserva la estructura románica inicial. De hecho lo que vemos actualmente son los antiguos restos (iglesia, claustro y sala capitular) de lo que fue un antiguo monasterio agustiniano. En 1936 sufrió un gran incendio, por lo que tuvo que ser reconstruida.
Arquitectura aparte, lo que más llama la atención de esta iglesia es que es la sede de la lugartenencia oriental de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén en España, en la actualidad siguen celebrando su liturgia una vez al año, vistiendo indumentaria medieval.
Esta orden tiene su origen cuando el emperador Constantino I el magno, influenciado por su madre, Helena de Constantinopla, decide edificar un templo sobre la cueva - en el Gólgota - donde supuestamente fue depositado el cuerpo de Cristo, y ordena que unos monjes sean los encargados de custodiarlo. Con la victoria y conquista de Jerusalén en la primera Cruzada, Godofredo de Bouillón, los sustituyó por monjes-guerreros fieles a Roma, refundándose definitivamente la Orden de Caballería del Santo Sepulcro - la primera orden religiosa y militar de la historia. Según parece, fue en 1141 cuando llegaron a Barcelona acogidos a la regla de San Agustín.
Durante mucho tiempo multitud de peregrinos venían a visitar la capella dels perdons (capilla de los perdones) - así era conocida popularmente la capilla del Santo Sepulcro - entre la víspera del 26 de Marzo hasta la puesta de sol del día siguiente, ya que equivalía a peregrinar a la original en Jerusalén. Con ello, todos los pecados eran perdonados. Eran els perdons de Santa Anna.
En el interior destaca la impresionante sepultura del caballero Miquel de Boera, militar que sirvió en Italia durante el reinado del rey Fernando, el Católico, en Ramón de Cardona, virrey de Nápoles. Él participó en la conquista del norte de África en (Trípoli, Bugía, Orán y Mazalquivir) y luchó en la famosa batalla de Ravena contra el ejército del duque de Nemours. Durante el reinado del emperador Carlos V (Carlos I de España) que fue puesto al mando de las galeras (barcos de guerra) como Capitán General. De regreso a Catalunya, fue nombrado general en jefe de las fuerzas que vigilaban la frontera francesa contra la invasión del Rosellón en 1543. A su muerte, fue enterrado en la iglesia de Santa Ana de Barcelona.
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