Mi ciudad no tiene horizonte, lo perdió. El horizonte
pertenece al paisaje, lo quiere todo: el cielo y la tierra, el mar y la
montaña. Ante la imposibilidad del horizonte en estos dos dibujos le doy un
giro al formato panorámico para adaptarlo al formato urbano.
Barcelona tiene un espíritu vertical. Quiere estar arriba y
abajo a la vez, en la montaña y en la mar. Es una ciudad contradictoria, burguesa y obrera, antigua y moderna, internacional y
provinciana, tradicional y vanguardista, el cielo y la tierra en un mismo plano.
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